Una visión prospectiva sobre la vivienda al final del siglo XXI, definida por una evidente e ineludible tendencia actual: la creciente simbiosis con modernas tecnologías, entre ellas, la inminente inclusión de novedosos materiales con propiedades únicas.
Ernesto Ocampo Ruiz*
El mundo vive una revolución tecnológica e informática mucho más profunda y extensa que lo que fue la Revolución Industrial del siglo XVIII. Vivimos en una época maravillosa con nuevos inventos y descubrimientos diariamente al alcance de la mano. Cada época de cambio suscita momentos críticos en la historia de la humanidad. En este momento, los constructores somos protagonistas de un parteaguas histórico como lo fuimos hace más de un siglo.
Entonces, como ahora, los constructores debemos comprometernos con nuestro futuro, y el de los espacios arquitectónico y urbano. Más aún cuando la humanidad transita por graves problemas de sobrepoblación y destrucción de recursos no renovables que restringen el umbral de soluciones dirigidas a resolver sus problemas y sus necesidades elementales. El derecho a la habitación que todos poseemos, después de más de medio siglo de continuos intentos, errores y vaivenes (muchos de ellos nunca menospreciados y siempre valiosos), han creado retrasos y evidentes déficit en el área de vivienda.
Desde mi punto de vista, el problema de la habitación podrá ser verdaderamente atendido con ingeniosas soluciones tecnológicas basadas en los descubrimientos e inventos que están siendo desarrollados en este mismo momento. Los materiales constructivos modernos que están fabricándose en todas las disciplinas humanas plantean una opción futura viable y real para mejorar el espacio arquitectónico y cubrir esas carencias. Estamos en el momento adecuado de integrar a nuestras herramientas de diseño, a la formación de nuestros profesionales, y al quehacer profesional cotidiano, el conocimiento y dominio de las nuevas tecnologías. El no hacerlo propiciará seguramente el desplazamiento del constructor de su papel tradicional como encargado del diseño y ejecución del espacio arquitectónico y urbano al final del siglo XXI.
La historia de la civilización está llena de ejemplos que han desarrollado la ciencia y el arte de la arquitectura, buscando nuevos materiales, procedimientos constructivos y estructuras, para crear diferentes tipos de espacios acordes a sus necesidades espirituales, políticas, económicas y sociales. En toda época, la aportación, la originalidad y la innovación requirieron de diversos desarrollos de tecnologías constructivas dando como resultando estructuras y espacios característicos. Con cada descubrimiento un nuevo reto, con cada solución un nuevo conocimiento tecnológico o científico.
Sin embargo, en la arquitectura actual se construye con materiales que han sido ya desechados por la mayoría de las otras disciplinas humanas. Es posible ver, en pleno siglo XXI, cómo en la arquitectura seguimos usando actualmente la madera (en menoscabo del planeta y su medio ambiente), la piedra, el adobe, el ladrillo de barro cocido, el hierro forjado, el vidrio y las argamasas de morteros, yesos y concretos, el acero y algunos plásticos básicos.
Materiales emergentes
En otras disciplinas, a través de los conocimientos científicos y tecnológicos actuales, se han desarrollado nuevos materiales constructivos (con propiedades especiales y asombrosas) para dar solución a sus necesidades específicas, y que son llamados materiales emergentes: nanoestructurados, cerámicas especiales, polímeros modernos, aleaciones especiales, compositos, aleaciones con memoria de forma, y biomiméticos. Todos ellos son realizados a partir de innovadores procesos industrializados de carácter físico y químico a partir de las cuatro familias de materiales comunes conocidas: las cerámicas, los polímeros comunes, los metales y los plasmas. Los primeros tres