1.- Porque lo esperamos tan malo como pueda serlo y cuando se anticipa el desastre, la realidad sólo puede ser mejor. Tanto nos han dicho que el 2009 será el año de la crisis, de la recesión, del desempleo, de la caída de las ventas, que cualquier rasgo que resulte mejor hará que el 2009 supere nuestras expectativas. La crisis del 2008 nos sorprendió a casi todos y nos dejó con un entorno mucho peor del que habíamos anticipado. El año que comenzamos difícilmente nos sorprenderá de forma negativa.
2.- Porque las crisis son oportunidades. Esta frase nos suena como lugar común... hasta que descubrimos que es cierto. Ya sea que seamos inversionistas que van a ganar en la bolsa como hace muchos años no lo hacían o que tengamos un pequeño negocio en el que le pegamos al clavo en un nicho de mercado, habrá motivos para pensar que el 2009 va a ser un año de oportunidades, como hacía mucho tiempo que no lo teníamos.
3.- Porque nos va a obligar a repensar los negocios... y también la vida. Somos humanos y, por lo tanto, nos resistimos a ver el mundo de una manera diferente hasta que las circunstancias nos obligan a hacerlo. Regularmente nos complace estar en nuestra zona de confort. Sabemos cómo operar nuestro negocio; tenemos un rol definido en la empresa en la que trabajamos; vemos nuestra vida con un plan preconcebido... hasta que todo se pone patas arriba y nos vemos obligados a repensarlo. Ese es un privilegio que no siempre tenemos y que debemos aprovechar.
4.- La crisis nos obligará a regresar a los básicos. Es muy diferente el mundo cuando predomina la idea de que con buen ojo y un poco de fortuna uno se puede hacer millonario con algunas inversiones atinadas, que un mundo en el que sabemos que la clave para acumular riqueza es el trabajo y el ahorro. Las apuestas a las inversiones afortunadas quedaron atrás. Se convirtieron en el engaño del fraude de Madoff. Quedó atrás también la arrogancia de los grandes bancos de inversión. Hoy se reivindican el trabajo duro y la austeridad como vías para el crecimiento. Y esa es una de las mejores noticias con las que podemos iniciar este año.
5.- Estará Obama y no Bush. Soy escéptico y dudo mucho que Obama sea un genio. Creo que ganó las elecciones por una afortunada combinación de la crisis del gobierno de Bush y una inteligente campaña. Pero no va a hacer milagros. Sin embargo, el simple hecho de que ya no esté Bush en la Casa Blanca y sea reemplazado por un hombre sensato que nunca se va a ahogar con pretzels dará un tono completamente diferente a este año.
6.- Dependeremos mucho más de nosotros mismos. Había la fantasía de que el hecho de que dependiéramos de la economía más grande del mundo nos iba a generar un mayor potencial de crecimiento. Muchos lo pensamos así. Hoy descubrimos que en Estados Unidos la economía estaba sujeta a un tremendo ajuste, que quizá la lleve a varios años de estancamiento o crecimiento lento, lo que nos va a obligar a depender más de nuestro mercado. Si al final entendiéramos que un mercado interno robusto es condición para aventurarse a cualquier destino externo, habría sido una gran fortuna atravesar por esta crisis.
7.- Nuestro peso, nuestra moneda, estará ubicado en la realidad. En el año 2000, el salario medio del sector formal mexicano era de 13.70 dólares por día. Al final del año pasado fue de 16.4 dólares, pese a la devaluación. Con todo y la crisis, la ganancia en dólares de los ingresos en México respecto a las cifras de hace 8 o 9 años, es muy considerable. En realidad, la devaluación que tuvimos sólo colocó a nuestro poder adquisitivo en dólares en una dimensión más cercana a la realidad.
8.- Tendremos más aversión a las deudas. Las sociedades que más han crecido en el mundo durante los últimos años son las que ahorran más y se endeudan menos. Casi todas del Oriente. Es casi imposible que tengamos niveles de ahorro asiáticos por la valoración que damos al consumo material, pero seguramente por algún tiempo tendremos una mayor aversión a las deudas y un mayor aprecio al ahorro, lo que hará mucho bien a nuestra economía.
9.- Nos olvidaremos de las ideologías. La dictadura del mercado en la que todo lo que haga el Estado es condenable será una idea arcaica. Descubrimos -una vez más- que los mercados también se equivocan y que la racionalidad económica, es cierto, a veces puede expresarse en decisiones del Estado. No será el regreso a Keynes, como muchos piensan, pero sí el fin de la visión que admitía que sólo el mercado podía tomar decisiones correctas.