lunes, 8 de noviembre de 2010

ARQUITECTURA MEXICANA







Conjunto de edificaciones construidas en México en la segunda mitad del siglo XX. Es una arquitectura personal y característica, que ha depurado algunas de las variables del movimiento moderno —la plástica lineal de los volúmenes, los grandes ventanales longitudinales o el funcionalismo extremado—, sin caer en la alternativa del lenguaje neocolonial y californiano.


PRINCIPALES CORRIENTES

José Villagrán García marcó la primera etapa definida de la arquitectura mexicana desde sus planteamientos racionalistas y antiacademicistas de la década de 1920. Su granja sanitaria (1925) se considera el comienzo de la modernidad en México, mientras que su edificio para la Facultad de Arquitectura en la Ciudad Universitaria de la ciudad de México (1952) es la culminación del predominio creativo de la función-programa, a la que subordina las resultantes formales. En colaboración con Enrique del Moral proyectó, entre otros, el edificio de oficinas de Condesa (1950, México), el hotel de la Alameda y el María Isabel (1963).


Muralismo

La impronta del muralismo se encuentra en algunas obras de Mario Pani, cuya tendencia formalista inició un estilo cuyos rasgos se aprecian en la Escuela Normal para Maestros en la ciudad de México, que cuenta con murales de José Clemente Orozco y esculturas de Luis Ortiz Monasterio. La temática predominante en las décadas de 1940 y 1950 se centró en la arquitectura escolar, hospitalaria y residencial, así como en el conjunto de la ciudad universitaria. La biblioteca de esta última (1953), del controvertido Juan O'Gorman, se compone de un gran volumen que actúa como soporte para los murales de mosaico. Este arquitecto evolucionó hacia una tendencia organicista obsesionada con la individualidad expresiva, como muestra su casa-gruta en San Ángel (México, 1956).


Funcionalismo

Enrique Yáñez puede considerarse uno de los pioneros de la arquitectura funcionalista mexicana, entre la que destaca su edificio de oficinas para el Sindicato de Electricistas en la ciudad de México (1940). Yáñez reafirmó la integración de arquitectura y naturaleza en el proyecto para su casa, donde se relacionan los espacios abiertos y cerrados con patios-jardines interiores y juegos de masas y vacíos.


La escuela estadounidense

De la tendencia caracterizada por el seguimiento de la arquitectura estadounidense (en especial de Mies van der Rohe), destacan la Secretaría de Recursos Hídricos (de Pani y Del Moral, 1952), el edificio del Seguro Social (Obregón, 1950), el de la compañía de seguros La Libertad (Augusto Álvarez, 1965) y la torre Latinoamericana (Leonardo Zeevaeret, 1960).


Estructuralismo

La obra de Félix Candela replantea el papel del arquitecto en relación con los problemas estructurales a partir de tres premisas: economía, sencillez de cálculo y flexibilidad. No obstante, la calidad de su obra radica en la sensibilidad para conformar espacios. Sus obras más emblemáticas son las iglesias de La Milagrosa (1953), en la colonia Narvarte, la capilla de La Soledad del Altillo (1956, con Enrique de la Mora) y la de San Vicente de Paúl (1959, con López de Carmona). La embotelladora Bacardí (1960) es un interesante ejemplo de espacio unitario por integración de unidades modulares.

En la misma línea estructuralista puede situarse la obra de Enrique de la Mora, con sus audaces propuestas abovedadas para la Bolsa de México (1955) o el santuario de Guadalupe en Madrid, España (1957). El vanguardista Juan Sordo Madaleno realizó sus primeras obras junto a Augusto Álvarez, siguiendo los postulados de Le Corbusier, como en los laboratorios Merk Sharp & Dohme. En la década de 1960 colaboró con José Adolfo Wiechers en la construcción del edificio Ford y del Palacio de Justicia, con su característico pórtico.


Pedro Ramírez Vázquez

Pedro Ramírez Vázquez estudió con especial interés los aspectos funcionales y circulatorios de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (1954) de la ciudad de México, realizada en colaboración con Rafael Mijares, donde adoptó una solución de cimentación flotante. Destacan también sus mercados de la década de 1950, construidos en colaboración con Félix Candela en Coyoacán y con Javier Echevarría en La Lagunilla, en los que retoma ideas del antiguo tianguis mexicano como espacio de relación social. Su obra más relevante es el Museo Nacional de Antropología (1964) en el parque de Chapultepec, donde los elementos más expresivos se centran en la articulación de espacios, el tránsito entre lo abierto y lo cerrado, la sucesión y las transparencias en los recorridos acotados.

Además de su intervención en los trabajos del Estadio Azteca (1965), su proyección internacional merece un interés especial gracias al proyecto para el Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar (Senegal, 1972), los edificios gubernamentales de Dodoma (Tanzania, 1975) o la embajada de Japón (1975), proyectada junto a Kenzo Tange y Manuel Rosea. La nueva basílica de Guadalupe (1976), con Benlliure, García Lascuráin, Chávez de la Mora y Schoenhofer, simboliza la culminación de una de las trayectorias más brillantes del panorama contemporáneo de México.


Brutalismo

Dentro de la corriente del expresionismo brutalista (véase Brutalismo), destacan la Embajada de México en Brasilia (1972), el edificio INFONAVIT (1974) o el Colegio de México (1975), de Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky. También cabe mencionar la figura de Vladimir Kaspé, autor de obras tan interesantes como el Superservicio Lomas (1952) o el centro deportivo Israelita (1950-1982).


La escuela de Barragán

La figura de Luis Barragán es la más reconocida internacionalmente. Siempre sencillo y rotundo, comenzó sus primeras obras muy cerca del lenguaje racionalista europeo. Más tarde, su arquitectura fue incorporando la tradición mexicana, destilando unos espacios de gran fuerza con recios muros y planos despojados en los que desarrolló un cromatismo fascinante. La capilla de las Capuchinas Sacramentarias del Purísimo Corazón de María (1952-1555), en Tlalpan, México, el conjunto de casa, alberca y establos de Los Clubes (1968) y la casa Gilardi en Tacubaya, México (1972-1980), son algunas de sus obras más destacadas.

La obra de Ricardo Legorreta entronca con la arquitectura tradicional mexicana, sus fuertes volúmenes, cromaticidades insólitas y amplios espacios abiertos, y muestra una clara influencia de Luis Barragán. Los mejores ejemplos de esta búsqueda son los hoteles Camino Real de México (1968) y Cancún (1975), y la más reciente catedral de la ciudad de México (1994).


TENDENCIAS HASTA 1994

Las nuevas generaciones realizan sus obras en un sutil equilibrio entre la fuerza y sobriedad de la tradición mexicana y una cierta corriente minimalista. En ocasiones aparece el expresionismo más exacerbado, posibilitado por las nuevas tecnologías. Entre las figuras más destacadas se encuentran Daniel Álvarez y Alberto Kalach, con su bellísima casa de Valle de Bravo (1994); Enrique Norten, con la Escuela Nacional de Teatro (1994); Teodoro González de León, con el Conservatorio Nacional de Música (1994); Luis Gordoa, con la casa Maymón (1994); Eduardo Hernández, con la casa de La Serna (1994); Arturo Santana, Álvaro Ramírez y Juan José Barrios, con la Escuela de Mecánicos DINA (1994); Moisés Becker, con su taller de Arquitectura (1994), y Claudio y Christian Gantous y Simón Hamui, con el salón de belleza Jean-Ken (1994).